“Pasa la vida entre nosotros dos…”
-Quique González
Devastado vengo, amigos, emocionalmente, tras ver la nueva peli de Sam Mendes: Revolutionary Road (2008): sí, esa en la que vuelven a ser parejita Leo DiCaprio y Kate Winslet. Y sí, Sam Mendes es aquel inglés que nos castigó con American Beauty (1999). Solo que aquí el buen hombre se ha privado de rodar una bolsa de plástico mecida por el viento y hacérnosla pasar por la gran idea profunda. Aquí el andoba se ha dedicado a dárnoslo en crudaco: verdades que laceran nuestras entretelas como auténticos cuchillos.
El material de partida era altamente inflamable: la novela Revolutionary Road (1961) de Richard Yates, un autor de segunda que el buen Fran G. Matute calificó generosamente como “de culto”. En el potaje, todos los ingredientes de los años 50 en USA, versión drama (hay otras versiones tipo “comedia” o “musical”: ver Regreso al futuro -1985- o Grease -1978). Pues aquí están todos: vida suburbana, consumismo, culto al electrodoméstico, maridos de chaqueta que van a trabajar a la ciudad, amas de casa frustradas, rock and roll, ansiedades. Este catálogo no pretende ser despectivo, antes bien: es testimonio de lo bien ambientadísima que está la película.
Los 50 han pasado a la historia como “la era de la ansiedad”, y esto se refleja perfectamente en Revolutionary Road. El título, para empezar, es un cruel chiste sobre el origen de los USA (“revolutionary” para ellos es su Guerra de la Independencia) y el estado del país en aquellos años: completamente antirevolucionario (McCarthysmo, Caza de Brujas, etc). También se ha definido a los 50 como “la era de la contención”: contención de las amenazas externas, como el comunismo, e internas, como cualquier salida de la norma. Esto también lo clava la película, que me atrevería a calificar de tragedia sobre el Sueño Americano.
Curiosamente, leo en Wikipedia que Kurt Vonnegut llamó a Revolutionary Road “el Gran Gatsby de mi generación”, y digo “curiosamente” porque yo no he dejado de acordarme del Gatsby durante toda la peli, que es una suerte de “Gatsby a la inversa”.
La historia es simple: Un matrimonio de jóvenes ilusionados afronta una crisis debido al vacío que provoca en sus vidas la rutinaria retahíla de trabajo-casa-vecinos-quedar bien, agravada por los niños, lo que les impide realizarse como personas. Para colmo, ella es ama de casa (como debe ser en los 50) mientras que él debe viajar un largo trecho diariamente para ejercer de chupatintas en una oficina de mierda. Huelga decir que ninguno de los dos está contento con el papel que les ha tocado en la vida.
Y entonces la película plantea una pregunta que si nos la hacemos de verdad podemos quedarnos tiesos: ¿hasta qué punto es el ser humano responsable o una víctima de su destino? La respuesta no la tienen ni Sam Mendes, ni Richard Yates ni nadie. Lo cual no impide que nos suelten la pregunta a cara de perro para que nosotros la mastiquemos. No voy a dar más detalles de la trama para no spoilear, pero baste decir que lo de “tragedia” venía porque los héroes cometen un pecado de orgullo (intentar tomar las riendas de su vida y ser felices) y no hay que ser Sherlock Holmes para intuir que el tema acaba como el rosario de la aurora.
Pero, ¿de qué han pecado en realidad los personajes que encarnan (fantásticamente) el DiCaprio y la Winslet? Para empezar, han intentado, destacar, salirse de la norma en una sociedad que no lo prima, más bien lo rechaza y ostraciza. Quien osa levantar la voz y cantar las verdades de cuán vacua, fútil y falsa es la vida del aparentemente perfecto American Way of Life de mediados del siglo XX ha de ser automáticamente apartado, como bien ejemplifica el personaje sublime de un loco que aparece en la peli. De hecho, en un momento dado que la Winslet expresa su insatisfacción, el DiCaprio le propone ir al psicólogo. Si esto no te parece deseable, es que estás mal, parece ser el mensaje subyacente. Pero bajo la pátina de sonrisas, cretona, linóleo y buen rollo, lo cierto es que las amas de casa rompen a llorar sin motivo aparente y sus maridos aprietan los puños más de lo que está bonito.
De la peli en sí no he dicho mucho, todo se resume en “Id a verla”. Está muy bien contada, actuada, ambientada y fotografiada. Seguro que le dan los Oscars, y si no, tampoco pasa nada. La actuación de Winslet y DiCaprio me pareció soberbia, altamente conmovedora, aunque si he de ponerme cabrón, a DiCaprio lo veo como “el eterno niño”: no acabo de creérmelo en estos papeles de hombre hecho y derecho. Pero las interpretaciones de ambos son sumamente turbadoras, con momentos antológicos. Casi me gustan más cuando están fingiendo (otra vez la “contención”) que cuando explotan a llorar y a gritarse. Mención también para Kathy Bates, actriz que no es santa de mi devoción pero que aquí va muy bien con su papel.
Si os preguntáis qué tienen de terrible en realidad las vidas de la Winslet y DiCaprio en esta peli la verdad es que nada (aparte de la frustración que ella siente por el hecho de, habiendo estudiado, ser ama de casa). Son jóvenes, atractivos, tienen dos hijos, casa propia, coche, él un trabajo fijo, amigos y vecinos amables. Eso es lo terrible de la historia, que en teoría sus vidas son perfectas, pero ellos anhelan “algo más”. ¿El mundo es una mierda y ellos están asfixiados? ¿El mundo es normal y ellos están locos? Tú decides, lector, no te la pierdas.
-Quique González
Devastado vengo, amigos, emocionalmente, tras ver la nueva peli de Sam Mendes: Revolutionary Road (2008): sí, esa en la que vuelven a ser parejita Leo DiCaprio y Kate Winslet. Y sí, Sam Mendes es aquel inglés que nos castigó con American Beauty (1999). Solo que aquí el buen hombre se ha privado de rodar una bolsa de plástico mecida por el viento y hacérnosla pasar por la gran idea profunda. Aquí el andoba se ha dedicado a dárnoslo en crudaco: verdades que laceran nuestras entretelas como auténticos cuchillos.
El material de partida era altamente inflamable: la novela Revolutionary Road (1961) de Richard Yates, un autor de segunda que el buen Fran G. Matute calificó generosamente como “de culto”. En el potaje, todos los ingredientes de los años 50 en USA, versión drama (hay otras versiones tipo “comedia” o “musical”: ver Regreso al futuro -1985- o Grease -1978). Pues aquí están todos: vida suburbana, consumismo, culto al electrodoméstico, maridos de chaqueta que van a trabajar a la ciudad, amas de casa frustradas, rock and roll, ansiedades. Este catálogo no pretende ser despectivo, antes bien: es testimonio de lo bien ambientadísima que está la película.
Los 50 han pasado a la historia como “la era de la ansiedad”, y esto se refleja perfectamente en Revolutionary Road. El título, para empezar, es un cruel chiste sobre el origen de los USA (“revolutionary” para ellos es su Guerra de la Independencia) y el estado del país en aquellos años: completamente antirevolucionario (McCarthysmo, Caza de Brujas, etc). También se ha definido a los 50 como “la era de la contención”: contención de las amenazas externas, como el comunismo, e internas, como cualquier salida de la norma. Esto también lo clava la película, que me atrevería a calificar de tragedia sobre el Sueño Americano.
Curiosamente, leo en Wikipedia que Kurt Vonnegut llamó a Revolutionary Road “el Gran Gatsby de mi generación”, y digo “curiosamente” porque yo no he dejado de acordarme del Gatsby durante toda la peli, que es una suerte de “Gatsby a la inversa”.
La historia es simple: Un matrimonio de jóvenes ilusionados afronta una crisis debido al vacío que provoca en sus vidas la rutinaria retahíla de trabajo-casa-vecinos-quedar bien, agravada por los niños, lo que les impide realizarse como personas. Para colmo, ella es ama de casa (como debe ser en los 50) mientras que él debe viajar un largo trecho diariamente para ejercer de chupatintas en una oficina de mierda. Huelga decir que ninguno de los dos está contento con el papel que les ha tocado en la vida.
Y entonces la película plantea una pregunta que si nos la hacemos de verdad podemos quedarnos tiesos: ¿hasta qué punto es el ser humano responsable o una víctima de su destino? La respuesta no la tienen ni Sam Mendes, ni Richard Yates ni nadie. Lo cual no impide que nos suelten la pregunta a cara de perro para que nosotros la mastiquemos. No voy a dar más detalles de la trama para no spoilear, pero baste decir que lo de “tragedia” venía porque los héroes cometen un pecado de orgullo (intentar tomar las riendas de su vida y ser felices) y no hay que ser Sherlock Holmes para intuir que el tema acaba como el rosario de la aurora.
Pero, ¿de qué han pecado en realidad los personajes que encarnan (fantásticamente) el DiCaprio y la Winslet? Para empezar, han intentado, destacar, salirse de la norma en una sociedad que no lo prima, más bien lo rechaza y ostraciza. Quien osa levantar la voz y cantar las verdades de cuán vacua, fútil y falsa es la vida del aparentemente perfecto American Way of Life de mediados del siglo XX ha de ser automáticamente apartado, como bien ejemplifica el personaje sublime de un loco que aparece en la peli. De hecho, en un momento dado que la Winslet expresa su insatisfacción, el DiCaprio le propone ir al psicólogo. Si esto no te parece deseable, es que estás mal, parece ser el mensaje subyacente. Pero bajo la pátina de sonrisas, cretona, linóleo y buen rollo, lo cierto es que las amas de casa rompen a llorar sin motivo aparente y sus maridos aprietan los puños más de lo que está bonito.
De la peli en sí no he dicho mucho, todo se resume en “Id a verla”. Está muy bien contada, actuada, ambientada y fotografiada. Seguro que le dan los Oscars, y si no, tampoco pasa nada. La actuación de Winslet y DiCaprio me pareció soberbia, altamente conmovedora, aunque si he de ponerme cabrón, a DiCaprio lo veo como “el eterno niño”: no acabo de creérmelo en estos papeles de hombre hecho y derecho. Pero las interpretaciones de ambos son sumamente turbadoras, con momentos antológicos. Casi me gustan más cuando están fingiendo (otra vez la “contención”) que cuando explotan a llorar y a gritarse. Mención también para Kathy Bates, actriz que no es santa de mi devoción pero que aquí va muy bien con su papel.
Si os preguntáis qué tienen de terrible en realidad las vidas de la Winslet y DiCaprio en esta peli la verdad es que nada (aparte de la frustración que ella siente por el hecho de, habiendo estudiado, ser ama de casa). Son jóvenes, atractivos, tienen dos hijos, casa propia, coche, él un trabajo fijo, amigos y vecinos amables. Eso es lo terrible de la historia, que en teoría sus vidas son perfectas, pero ellos anhelan “algo más”. ¿El mundo es una mierda y ellos están asfixiados? ¿El mundo es normal y ellos están locos? Tú decides, lector, no te la pierdas.
5 comentarios:
Tengo miedo de ir a verla. Las preguntas que plantea la peli, con las que acabas tu post son realmente terroríficas, y pueden hacer pplantaearnos todo aquello en lo que preferimos no pensar; nos puede hacer temblar los andamios en los que se sustenta nuestra vida. Me temo esto que mañana no me la pierdo
Yo, que estoy con esto de Film Affinity como un niño con zapatos nuevos, le he dado un 8 a la película. Mencionas muchísimas cosas, Porerror, y coincido contigo en casi todas. Parece increíble pero... a pesar de mostrarnos toda la perfección de sus vidas, ambos protagonistas transmiten muy bien ese sentimiento de no autorrealización que las rige. Kate Winslet está genial (¡no quiero ni pensar cómo estará en The Reader!): consigue que veamos todos sus actos justificados. ¿Y qué me dices del actor secundario Michael Shannon...? Papelón, ¿no?
Como han diho en el primer comentario no sé si me atreveré a verla. Quizás no es algo tan lejano ni fruto del american way of life de los 50.....
Yo aun no la he visto (ya caerá) pero me gustaría añadir que así por la pinta creo que esta peli me va a recordar a "Lejos del cielo" (T. Haynes), que me pareció otro peliculón de tomo y lomo, con la encorsetada sociedad de los 50 y otros temillas de fondo...
Me ha gustado tu reflexión final: aparentemente estas personas lo tienen todo, pero la mayoría son infelices y lo peor de muchos casos es que no saben por qué.
Existen varios directores que incluso en los años 50 ya empezaron a desentrañar esta paradoja (tragedia) americana y el más arquetípico es Douglas Sirk. A su obra me remito para quien quiera profundizar más en estas cosas...
He dicho.
yo tampoco la he visto pero está en mente. Desde luego que la temática es atemporal, aunque cada época tenga sus matices, y sobre lo que comentas de Di Caprio estoy contigo. Me pasó lo mismo en la peli "Red de Mentiras" aunque ahí lo ví algo más hombre. Sería por el ambiente de sudor y por la barba que llevaba, jeje.
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