Qué bonito libro os traigo hoy, amigos. Y qué nutritivo. Un librito de poesía titulado Naranjas cada vez que te levantas (2008), del poeta ovetense Julio Rodríguez. Yo tampoco lo conocía hasta que el sábado, en esa librería donde me saltaron otros libros a la vista, este me saltó a la vista. El hecho de ser de poesía, grosor, precio… ¡título! En mi mundo, cualquier libro titulado Naranjas cada vez que te levantas ha de ser por fuerza bueno, y resulta que además este es buenísimo.
Me llama la atención que ganó un premiazo literario (VI Premio Emilio Alarcos) cuyo jurado contaba, entre otros, con Ángel González, Caballero-Bonald y Luis García Montero. El libro son, si he contado bien, 62 poemas bastante breves, en los que predomina el verso libre (ese que no rima ni está medido pero resulta tan difícil). La mayoría son poemas de amor, incluso de amor con cama, pero nada pastelosos. El estilo es más bien modernete (me acabo de inventar un estilo literario), con ese punto de coloquialismo y cotidianeidad que tienen tantos poetas de los últimos 25-30 años. Estoy pensando en poemas que lo mismo te nombran un semáforo que una llamada de teléfono que te dicen “me gustas cuando te vas de compras con tu madre”. Estoy pensando en un García Montero o un Luis Alberto de Cuenca.
Para demostraros que no hay cursilería, os cuento que también hay ecos del prosaísmo de Ángel González (el poema “Coordenadas” es un nuevo “Inventario de lugares propicios para el amor”) o del surrealismo de Cortázar (“Instrucciones de uso”, acerca de las relaciones amorosas). El amor de pareja no es el único tema, hay poemas dedicados al padre muerto, o a diversos estilos musicales (“Jazz”, “Pop”, “Soul” y “Blues”). Pero pienso que es en la batalla por dotar de sentido desde las palabras a algo irracional como el amor es donde más brilla este Julio Rodríguez.
El asombro del amor surge muchas veces desde la cotidianeidad más anodina, como en “Los peces boquiabiertos” (“Porque llueve en Oporto igual que llueve/ en Oviedo o en Cádiz o en Ginebra”). ¿Qué es lo que hace tan especial al amor, entonces? Es la visión del poeta, su mirada, la que transforma la realidad haciéndola única, del mismo modo en que el enamorado singulariza a la persona amada, idealizándola. Esto se ve como en ninguna parte en el poema “Vorágines de un nombre”, sobre el eterno tema del nombre de la amada. Aquí, el poeta acusa al lector de que claro está, las cuatro letras S,A,R y A no le dirán nada, pero para él son los ladrillos que forman el mayor misterio: el nombre de su Sara (“Frente a su nombre, ustedes/ no se estremecen: no”).
La sumisión del poeta a la persona amada se expresa de maneras muy bonitas, aunque un pelín extremas. Por ejemplo, en el poema “Sara” (ya sabemos cómo se llamaba la novia del pavo, ¿no?), el poeta lleva la entrega que el amor supone hasta la mayor exageración (“solamente tú/ aunque para ello/ también yo resulte innecesario”). No todo es filosofía y platonismo en Julio Rodríguez, también hay cositas de sexo con mucho gusto. Para empezar, el poemario es muy físico. Con esto quiero decir que hay mucha presencia semántica de los cuerpos, los volúmenes (“mi carne con tu carne”). A menudo se nombran las partes del cuerpo de la amada (“tu piel es la membrana diminuta/ que recubre las células”, “la isla desierta de tu cuerpo”, “tu piel consolidada como el musgo”, “Tu vientre acostumbrándose a mi vientre”… podría poner muchos más ejemplos: los anteriores están sacados cada uno de un poema diferente).
También hay numerosas referencias a la noche, la cama, el colchón y las “dormidas”, por lo que veo que el poeta se encuentra en una fase exultante del amor, el amor pasional. Con todo y con esto, Julio Rodríguez parece dejar una puertecita abierta a la lucidez. No todos son poemas de amor loco, los hay también de reflexión literaria (“Tanta poesía al grill me desespera”) o vital (“La tiza y el relámpago”), aparte de los otros temas ya citados. Incluso dentro del tema del amor, hay algunos poemas que parecen ser más reflexivos, en los que el poeta se da cuenta de que sus ideas obsesivas son una locura, como “Distribución de lo verídico” (“Vivo/ en las sábanas blancas de tu boca” …. pero a la vez…. “fuera de este poema/ hay muchas otras cosas que son ciertas”).
Mención aparte merece la pieza que da título a toda la colección: “Naranjas cada vez que te levantas”. Aquí el poeta se da cuenta de que a lo mejor tanto amor idealizado le está llevando a intentar poseer a la persona amada, y que eso a fin de cuentas no es el amor verdadero, que tiene más que ver con la renuncia (acerca de esta idea ver el post de Xabipop sobre Casablanca). Dice Julio Rodríguez [debería] “resolver ser feliz cada vez que regresas a casa”, y en vez de eso me dedico a “corregirte el vuelo o romperte las alas”. Por eso me ha gustado tanto la última estrofa de este poema, que quiero compartir hoy con vosotros para cerrar esta recomendación:
Me llama la atención que ganó un premiazo literario (VI Premio Emilio Alarcos) cuyo jurado contaba, entre otros, con Ángel González, Caballero-Bonald y Luis García Montero. El libro son, si he contado bien, 62 poemas bastante breves, en los que predomina el verso libre (ese que no rima ni está medido pero resulta tan difícil). La mayoría son poemas de amor, incluso de amor con cama, pero nada pastelosos. El estilo es más bien modernete (me acabo de inventar un estilo literario), con ese punto de coloquialismo y cotidianeidad que tienen tantos poetas de los últimos 25-30 años. Estoy pensando en poemas que lo mismo te nombran un semáforo que una llamada de teléfono que te dicen “me gustas cuando te vas de compras con tu madre”. Estoy pensando en un García Montero o un Luis Alberto de Cuenca.
Para demostraros que no hay cursilería, os cuento que también hay ecos del prosaísmo de Ángel González (el poema “Coordenadas” es un nuevo “Inventario de lugares propicios para el amor”) o del surrealismo de Cortázar (“Instrucciones de uso”, acerca de las relaciones amorosas). El amor de pareja no es el único tema, hay poemas dedicados al padre muerto, o a diversos estilos musicales (“Jazz”, “Pop”, “Soul” y “Blues”). Pero pienso que es en la batalla por dotar de sentido desde las palabras a algo irracional como el amor es donde más brilla este Julio Rodríguez.
El asombro del amor surge muchas veces desde la cotidianeidad más anodina, como en “Los peces boquiabiertos” (“Porque llueve en Oporto igual que llueve/ en Oviedo o en Cádiz o en Ginebra”). ¿Qué es lo que hace tan especial al amor, entonces? Es la visión del poeta, su mirada, la que transforma la realidad haciéndola única, del mismo modo en que el enamorado singulariza a la persona amada, idealizándola. Esto se ve como en ninguna parte en el poema “Vorágines de un nombre”, sobre el eterno tema del nombre de la amada. Aquí, el poeta acusa al lector de que claro está, las cuatro letras S,A,R y A no le dirán nada, pero para él son los ladrillos que forman el mayor misterio: el nombre de su Sara (“Frente a su nombre, ustedes/ no se estremecen: no”).
La sumisión del poeta a la persona amada se expresa de maneras muy bonitas, aunque un pelín extremas. Por ejemplo, en el poema “Sara” (ya sabemos cómo se llamaba la novia del pavo, ¿no?), el poeta lleva la entrega que el amor supone hasta la mayor exageración (“solamente tú/ aunque para ello/ también yo resulte innecesario”). No todo es filosofía y platonismo en Julio Rodríguez, también hay cositas de sexo con mucho gusto. Para empezar, el poemario es muy físico. Con esto quiero decir que hay mucha presencia semántica de los cuerpos, los volúmenes (“mi carne con tu carne”). A menudo se nombran las partes del cuerpo de la amada (“tu piel es la membrana diminuta/ que recubre las células”, “la isla desierta de tu cuerpo”, “tu piel consolidada como el musgo”, “Tu vientre acostumbrándose a mi vientre”… podría poner muchos más ejemplos: los anteriores están sacados cada uno de un poema diferente).
También hay numerosas referencias a la noche, la cama, el colchón y las “dormidas”, por lo que veo que el poeta se encuentra en una fase exultante del amor, el amor pasional. Con todo y con esto, Julio Rodríguez parece dejar una puertecita abierta a la lucidez. No todos son poemas de amor loco, los hay también de reflexión literaria (“Tanta poesía al grill me desespera”) o vital (“La tiza y el relámpago”), aparte de los otros temas ya citados. Incluso dentro del tema del amor, hay algunos poemas que parecen ser más reflexivos, en los que el poeta se da cuenta de que sus ideas obsesivas son una locura, como “Distribución de lo verídico” (“Vivo/ en las sábanas blancas de tu boca” …. pero a la vez…. “fuera de este poema/ hay muchas otras cosas que son ciertas”).
Mención aparte merece la pieza que da título a toda la colección: “Naranjas cada vez que te levantas”. Aquí el poeta se da cuenta de que a lo mejor tanto amor idealizado le está llevando a intentar poseer a la persona amada, y que eso a fin de cuentas no es el amor verdadero, que tiene más que ver con la renuncia (acerca de esta idea ver el post de Xabipop sobre Casablanca). Dice Julio Rodríguez [debería] “resolver ser feliz cada vez que regresas a casa”, y en vez de eso me dedico a “corregirte el vuelo o romperte las alas”. Por eso me ha gustado tanto la última estrofa de este poema, que quiero compartir hoy con vosotros para cerrar esta recomendación:
Debería dejar que me dejaras solo y que volaras
con alguien que exprimiera, a los pies de tu cama,
naranjas cada vez que te levantas.
6 comentarios:
Hola porerror! También me gusta tu blog! Me alegro de que alguien sepa apreciar la buena musica y... OH MY GOD! si encima te gustan Las Escarlatinas...EXCELENTE!
Un saludo
No soy muy aficionada a la poesía, algún poema ocupa un lugar en mi corazón, pero por lo general no suelo leer libros de poesía. Sin embargo, con tu texto conseguiste transmitirme tu pasión por el libro de poemas que comentas, y despertaste mi curiosidad. Además, también están las naranjas… ;)
Un saludo
No sé la de años que hae que no leo nada de poesía, pero como casi siempre me ha entrado curiosidad...¿Cómo lo haces?
SNQEV
La última vez que se habló de poesía en este blog entré con mal pie... No sé si atreverme esta vez... ñiiiinghhhhhhhh (mordida de labio)...
Jajaja Matute, yo también me acuerdo (buena batalla dialéctica).Jejejejeje
Pensando un poco en la estrofa que finaliza el post creo que no me había fijado en la verdad que encierra: hacer un zumito de naranja a alguien es un acto que encierra amor, entrega y hasta devoción si me apuras (será que a mí me da tanto coraje hacerlo...)
SNQEV
DE VOSOTROS ME ACORDÉ YO ESTE VERANO, QUE V EN SALAMANCA UN PINTADA CERCA DE LA CATEDRAL QUE DECÍA "POESÍA ERES TÚ" :- >>
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