Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

martes, 27 de enero de 2009

Discos cada vez que viajas


Hoy voy a escribir sobre un tema que apenas conozco: la compra de discos. Bromas aparte, anoche la buena lectora Orphangirl me brindaba un tema para un post: “Comprar discos en los viajes”. Esto vino a partir de un post de su blog que decía que cuando fuera a Amsterdam iba a comprarse un disco de Alela Diane. Comprar discos en los viajes. Viajar para comprar discos. También de eso hay un poco en Estatuas Verdes.

Miro a mi alrededor hacia ese caos que algunos llaman mi habitación, recito un verso de Juan Ramón Jiménez que habla de las cosas en un cuarto y observo: singles de Teenage Fanclub adquiridos en Milán, discos de France Gall comprados en París, vinilos de The Shins pillados en Brighton, cintas de Carnaval de Cádiz, CDs de música pop jordana, un CD-single de Enrique Iglesias que compré en Santiago de Compostela… tan solo la ciudad de Londres me serviría para trazar un mapa emocional de disqueras: botines sacados de la tienda Rough Trade de Portobello, de un puestecillo de Camden Town, del Fopp de Cambridge Circus, del Tower Records de Piccadilly, del Virgin de Piccadilly, del Zavvi de Piccadilly (ahora que Zavvi ha quebrado, ¿qué tienda ocupará su lugar?).


Orphangirl contaba una cosa que para mí es muy verdad: la importancia que se adscribe a cada una de estas compras por el mero hecho de saber de dónde proceden: he ahí su valor añadido. Yo siempre me preciaba de conocer el origen exacto (y casi el precio) de todos mis discos. Esta cinta de Sandie Shaw la compré en Praga, las cajas Nuggets las pillé en Carolina del Norte, el CD de Tribalistas vino de Lisboa, de Oporto tres discos de Caetano Veloso… os mentiría si os dijera que me sigo acordando. Tengo demasiados discos, pero de todas maneras hay cosas que nunca podré olvidar, porque es así: el día de 1995 que me compré seis singles de Oasis en Sheffield, ese otro de 2003 en que me hice con el Cheap Thrills de Janis Joplin en una famosa tienda de San Francisco, o aquel de este verano que ya conté: en Sicilia, comprando un CD de Celentano.

Si Londres ocupa un lugar principalísimo en mis compras de discos (todavía recuerdo a la dependienta de un HMV que, fascinada por la cantidad de CDs que me llevaba, me preguntó: “¿En tu ciudad no hay discos?”. “Estos no” –le contesté), no me ha hecho falta salir siempre al extranjero para hacer buenas discadas. En la mayoría de las ciudades de España la cosa está cortita pero nunca nos faltará un Corte Inglés o un Carrefour para salir del paso. Siempre habrá un amigo que nos descubra una tienduca en Córdoba o Granada y, sobre todo, siempre nos quedará Madrid.

Tengo otro amigo que es un enamorado de Barcelona y siempre me está hablando de las maravillosas tiendas que allí hay: no es el único. No he tenido la suerte de ir a conocerlas, pero en Madrid… cada vez que voy para allá cae algún disco (o varias decenas). La verdad es que en Madrid he tenido poco asesoramiento: las tiendas que conozco es porque me las he encontrado por la calle: London Calling (¿sigue existiendo?), Metralleta, Discos Melocotón, Discos Babel, Radio City… solo Escridiscos me fue recomendada (hace 8 años, en su emplazamiento antiguo). Recientemente, en El Perro Lunar se han nombrado algunas otras tiendas de discos madrileñas, tendré que tomar buena nota.


Dice un poema en prosa de Kiko Amat (y él ha estudiado, ¿no?), que los coleccionistas de discos [s]omos los que podemos pasar dos horas, tres horas, cuatro horas, cinco horas, todas las horas, buscando en cajones de discos”. He aquí un problema no pequeño a la hora de comprar discos en los viajes. La mayoría de la gente que conozco no está dispuesta a “perder” 2 horas dentro de una tienda de discos y menos aún otras 2 horas más dentro de la de al lado. Yo soy capaz de llevarme más tiempo en un Virgin Megastore que en el Louvre (y en el Louvre me llevo 5 horas), pero sinceramente pienso que en un viaje hay tiempo para todo. Y si no, siempre está el recurso de la compra de discos “relámpago”: un single de Mansun en Gibraltar, la banda sonora de Grace of My Heart en Palermo, un CD de Nancy Ajram en el aeropuerto de El Cairo, un vinilo de Bluetones en Dublín… todos pillados (y pagados) en tiempo récord mientras mis acompañantes (madre, novia, prima, amigos) estaban haciendo otras cosas.

Así que, amiga Orphangirl, sea enhorabuena tu viaje a Amsterdam, ciudad donde tantas y tan buenas tiendas de discos hay, y espero que encuentres tu disquito de Alela Diane y algunos más, si se tercia. Aunque tú dices que lo vas a comprar en el propio concierto de la artista, y eso es en sí una nueva categoría que merecería otro post: “Comprar discos en los conciertos”. Me consta que un amigo común estuvo hace poco en Amsterdam y se acabó tirando de los pelos porque había allí vinilos de oro por 1 ó 2 pavos y simplemente no le cabían en las maletas. ¡Malditas compañías low-cost! Malditas dimensiones máximas permitidas en el equipaje de mano. Y malditos discos, discos, discos buenísimos… ¿por qué viviréis tan lejos?

6 comentarios:

Riggy dijo...

Qué gran post, no sé por dónde empezar.

Yo también soy de los que siempre compran discos en los viajes, vaya donde vaya. En Nueva York y en Londres hay que hacer verdaderos esfuerzos de contención. Por cierto que me voy para Londres otra vez la semana que viene, ahora estoy intentando terminar exámenes pero no me concentro, mi mente sólo piensa en londrismo.

Apunto tus recomendaciones disqueras por allí, en cuanto a Madrid lamento informarte de que London Calling murió hace varios años.

Me ha encantado lo de Kiko Amat, has leído sus novelas? A mí me gustan mucho, y creo que está a punto de sacar la tercera.

Fran G. Matute dijo...

Yo también soy de los que cree acordarse de dónde compró cada uno de los discos que tiene, pero la verdad, nunca he hecho la prueba... En la próxima reunión con gintonics se intentará...

Anónimo dijo...

Pues yo los compro en el Carrefour y como muchoen el Hipercor. Disculpen la modestia.Sab

orphangirl dijo...

fantástico post!sabía que tú le sacarías más jugo al tema ;) Y sin duda lo de los discos en los conciertos es otro asunto, y si te lo firman ya ni te cuento! Y tendré que hablar con ese amigo para que me diga las tiendas de amsterdam ... o casi mejor que no ... mentira! jajaja

Y de todos modos, ¿a que mola encontrarse con una joyita en sitios tipo MediaMarkt que ni te esperas? Yo tengo varios así.

Fran G. Matute dijo...

Sí... Iris DeMent es muy de Mediamarkt... Aunque porerror nunca lo encontraría... ;)

Karmen dijo...

Hi, there... Muy bueno el post. La verdad es que la idea apuntaba maneras nada más salir a la luz en el blog de orphangirl. A mí también me encanta comprar disquitos en viajes. Sólo cuando voy con mi novio puedo hacerlo tranquila ("Sí, sí, mira lo que quieras; yo esto en la parte del Country"). En Madrid, mis tiendas preferidas (de las que conozco) son Radio City (¡ahí sí tienen cositas de Lefty Frizzell!) y Escridiscos. Ya va tocando volver... :-)

 
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