Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

jueves, 12 de febrero de 2009

Los griegos tenían razón


“Y sé que sigo y sigo porque sigo”
(Pablo Neruda)




Lo estabais esperando. No lo neguéis, porque lo estabais esperando, leñe. Hoy por fin me he decidido a hablar de mi experiencia en el gimnasio. Esta semana he ido –como todas las semanas- mis tres diítas, solo tuve el parón de mi etapa enferma-invernal. En enero volví con fuerza a este gimnasio de Cosica, gimnasio de mis pecados, que cuesta 10 euros al mes.

Cuentan los más viejos del lugar que antaño (hace una década) el gym municipal de Cosica era un asunto turbio: un señor inmóvil, sentado junto a su perro, hacía las veces de encargado de unas instalaciones cutres y unas máquinas de ejercicios de más que dudosa utilidad. Pero en la actualidad la historia no podría ser más diferente: sin ser aquello el Gran Gimnasio de la Gran Cosa, ahora es mi pequeño gimnasio de Cosica. Bastante digno, bastante bien surtido de pesas y aparatos, según varios profesionales de la educación física que lo frecuentan. Baste decir que a él acuden gimnastas y deportistas de toda la comarca, incluido el pueblo de Valdepellizcos, que está a 17 kilómetros.

Yo no he sido nunca persona de gimnasio, digámoslo. Nunca en la vida me ha interesado. Cuando, con 18-19 años, a muchos de mis colegas les entró la fiebre de apuntarse a levantar hierro a mí la verdad es que el tema no me llamó la atención. En diversas ocasiones, el aburrimiento o la tristeza sí me han empujado a hacer deporte, incluso a acudir a algún que otro gimnasio. Pero nunca había tenido una experiencia tan continua e intensa como ahora. Nunca esperé ir al gimnasio a divertirme, y no lo hago (tampoco os voy a engañar): al contrario, sufro de cojones. El truco está en que compensa.


Pese a todo el sufrimiento físico y psicológico que el esfuerzo en el gimnasio me comporta, he de decir que luego mágicamente la cosa sí que compensa. Llamadlo “endorfinas”, “la huella deportiva” o como queráis. Hacer deporte te hace sentir bien, es correcto: los griegos tenían razón cuando dijeron aquello de “Mens sana in corpore sano”… ah, no! Que eso lo dijo Juvenal, que era romano. ¿Griegos, romanos? ¿A mí qué más me da, Cabesha? Lo que el buen Juvenal, el Barón de Coubertin y su puta madre se olvidaron de contarnos era que el deporte compensa a posteriori (muy a posteriori), porque mientras se practica es una auténtica tortura. O díganme ustedes qué placer encuentran en acabar derrotados, doloridos, sudados a más no poder y sin poder levantar ni las pestañas tras una sesión de machaque.

Mención aparte merece la fauna del gimnasio, yo no tengo un suficiente conocimiento taxonómico para establecer aquí categorías, pero hablando de ejemplares sueltos, ve uno cada cosa… La verdad es que en esto yo tenía bastante prevención, hay mucha leyenda negra. Cierto que hay unos cuantos personajes de agárrate y no te menees. Adictos al ejercicio, hipermusculados, vigoréxicos, desocupados, merodeadores… pero la inmensa mayoría de la peña que va es gente sana, amable, currantes, que luego van a echar un ratito por la tarde a su gimnasio. Gente muy normal. Incluso en Cosica contamos con un campeón de España de culturismo y os puedo asegurar que es la persona más llana, humilde y amistosa del mundo.


Hoy ha sido uno de esos raros días en que se alinean todos los planetas y he podido echar una horita y media de gimnasio que yo califico como “perfecta”. He tenido tiempo de sobra, he ido tranquilo pero sin pausa, charlando con compañeros y nuevos conocimientos que he trabado allí (alguna juerga nos hemos llegado a correr los del gimnasio en el pueblo, no os digo más). He hecho un par de circuitos de tren superior y otro par de piernas, con mis maquinurrias, mis pesas, mis series de repeticiones… mientras en la radio sonaban Alanis Morisette, La Oreja de Van Gogh o Coldplay. Después mis tablitas de abdominales, superiores e inferiores, para finalizar con 30 minutos sudando como un puerco en el treadmill, la cinta de correr, o no sé cómo se le dice en español.

No seré Sorsenague ni me pondré como una piedra, pero me siento bastante orgulloso de acudir allí tres veces en semana (más no, porque “exceso de comedia igual a tragedia”) y de echar mis buenos ratos. Y sobre todo, de no dejarme vencer por la pereza ni ninguna excusa para dejar de hacerlo. Como bien le contaba anteayer a un buen amigo, si llego a autoconvencerme de que me viene mal ir a un gimnasio que está a cuatro minutos andando de mi casa y que me cuesta na y menos… mal iríamos. Y vamos bien.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo fui hace dos años por primera vez, como complemento a esas dietas que tanto obesionan a nosotras las mujeres. Y fui porque mi novio le encanta el deporte y por su ritmo de vida tuvo que dejarlo. Odiaba cuando daban las 20h y después de doce horas estudiando tenia que irme a sudar en vez de dar un relajante paseo.
Pero allí dejé ls pesas por el spinning el cual llegó a enchufarme totalmente. Me encantaba
Tuve que dejarlo porque no me llegaba el dinero ni el tiempo, pero bueno, la experiencia estuvo bien y puedo decir que una insómnica como yo, pudo dormir por primera vez a pierna suelta durante muchos meses.

Un beso.

Inmi

Anónimo dijo...

Lo de las juerguecillas...el gimnasio lo usa mucha gente como lugar de alterne y se forman pandillas/sectas. Sospechosillo que no menciones a las chatis. En realidad te envidio. Me han hablado en Gullate de uno de las mismas características. ¿Lograré ir? Ya veremos. Migue.

Kike dijo...

Hablo desde la experiencia de haber estado apuntado 1 año (y haber ido 6 veces) al gimnasio donde formo esos musculos Jean-Claude Van Damme...

Lo que comentas que en el mismo momento lo de hacer ejercicio es una putada pero que despues te sientes bien, pasa con muchas mas cosas, no? Por ejemplo, si pongo una mano sobre un fuego o si me dan una manta de tollinas, en el momento sera una putada, pero me sentire mucho mejor cuando quito la mano del fuego y me dejan de meter la paliza... Vamos, que esa sensacion pasa con cualquier cosa MALA a la que te expongas...

Riggy dijo...

Me llega este post en un momento delicado: diversas personas muy cercanas y queridas andan últimamente intentando convencerme de lo bien que le vendría a mi famélico cuerpo acudir al gimnasio.

El problema es que ya estuve yendo por prescripción del traumatólogo cuando tenía 13 años y cuando me dijeron que mi espalda se enderezaba y que no tenía que seguir yendo, me juré no volver jamás.

PD: Qué bien sienta volver de viaje y leerse seis post de Estatuas Verdes seguidos.

Rukia dijo...

Yo hacia Kendo hasta Octubre (tuve que dejarlo por falta de tiempo y porque selapaba con las clases de la facultad) y he de decir que cuando me tocaba ir me acordaba del momento inoportuno en el que me apunté, pero cuando salía me sentía genial, relajada y orgullosa de mi misma. La verdad es que echo de menos hacer deporte, ahora ando a ver si me animo a ir a la piscina cubierta...pero nada...


Por cierto porerror, tengo blog (sí, yo también me he enganchado a la fiebre...). No tiene tanto caché como Estatuas Verdes, pero bueno, una se siente orgullosa^^. Te dejo el link:

http://estoeshispania.blogspot.com

Anónimo dijo...

COMO DIJO ALGUIEN EL SHOW DEBE CONTINUAR.......
ASÍ QUE DEBO DECIR QUE DESDE O CEBREIRO NO VI NADA IGUAL Y EL QUE TENGA OIDOS QUE OIGA.....QUE VAMOS PARA 10 AÑOS

 
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