Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

jueves, 25 de noviembre de 2010

El imperio del Sol


Para mí hasta hace nada, decir El imperio del Sol (1987) era decir una peli (medio fracasada) de Spielberg. Era Christian Bale, cuando no sabíamos cómo se llamaba, eran John Malkovich y Ben Stiller (cuando tampoco). Era un Shanghai cosmopolita roto por las armas, era el agobio de perderte de tus padres, eran los japoneses malos. Resulta que era también un guión a cargo de Tom Stoppard, quien con el tiempo se ha convertido en mi dramaturgo y guionista favorito.

Todo esto venía de una novela homónima de 1984, obra del inglés nacido en Shanghai J.G. Ballard. ¿Es la obra autobiográfica? No, pero está basada en hechos reales y eso, en materia de guerra, siempre parece que puntúa doble. Tras un par de años de tenerla en la estantería por fin me a decido hincarle el diente, y qué sorpresón, amigos! Me encuentro con una novela como la copa de un pino, un auténtico regalo para lectores que gusten del detalle y del lenguaje pero sin renunciar en ningún momento a la aventura y a la construcción de personajes.


El personaje que se construye es el protagonista, Jim, trasunto de Ballard. Es un niño de 11 años que vive en una lujosa burbuja colonial en un Shanghai de chóferes, mendigos y buscavidas chinos plagado de ricachones occidentales. En 1941, tras varios años de hostigamiento japonés (invadieron China en 1937), vino lo de Pearl Harbor, y este niñito mimado de uniforme escolar, fanático de la aviación, se da de bruces con una guerra: la 2ª Mundial, nada menos.

La novela podría describirse como “de mayoría de edad”, puesto que asistimos a una maduración del personaje, pero cuando acaba el libro Jim tiene 14 años solo. Lo que ocurre es que las experiencias vividas, en la guerra y en el cautiverio en un campo japonés cuando pierde a sus padres luego hacen de él una persona completamente diferente. La guerra hace de Jim un pequeño filósofo pero sobre todo un survivor, palabra que él gusta de saborear.

También podría analizarse El imperio del Sol como una obra picaresca, por lo episódico de la trama y porque el niño perdido acaba “sirviendo” a varios amos: soldados japoneses, un médico del campo de concentración, un canalla americano por el que siente una fascinación correspondida, una banda de forajidos… Si no les sirve de mozo al menos se arrima a ellos, como a otra docena de personajes secundarios que van cada uno a su manera aportando experiencia a la personalidad del muchacho.


Jim, el niño inglés cuya patria es Shanghai, que jamás ha pisado Inglaterra, se siente más atraído hacia los invasores japoneses que hacia sus derrotados compatriotas. Así, Jim enseguida se da cuenta del uso que los británicos hacen de su famosa flema para camuflar tras ella su cobardía y falta de humanidad. Los prisioneros británicos, derrotados, despojados de sus lujos, continúan actuando como si no pasara nada, dentro de lo posible, con sus mismos esnobismos y payasadas, no consiguen adaptarse.

Los japoneses en cambio simbolizan el peligro, el valor, la pujanza, la osadía. Como dijo el historiador militar H.P. Willmott, lo raro no es que Japón perdiera la Guerra en el Pacífico: el milagro es que aguantaran tanto. Los japoneses ofrecen a Jim dos de las cosas que ni sus propios compatriotas (el Imperio Británico) son capaces de darle: comida/techo y héroes. Y además modernos aviones militares, que tanto capturan la imaginación del chico. Otras nacionalidades también son pintadas: los chinos como cobardes oportunistas siempre buscando un beneficio y los americanos, verdaderos campeones de la Guerra, que al final del conflicto sustituyen a los nipones en el imaginario mental del joven Jim (por algo los Mustangs y los B-29 eran mejores que los Zeros y los Nakajimas, vous savez…)


Así, el verdadero Imperio del Sol resultan ser los USA, no Japón, puesto que es el único “imperio” capaz de convocar el poder del Sol (la bomba atómica) para el combate, mientras que para sus aliados reserva paracaídas con chocolatinas y revistas ilustradas. Todo esto lo sabíais ya si conocíais la peli, ¿qué es lo que nos aporta, pues, el libro –best-seller trasnochado- más de un cuarto de siglo después?

Lo más maravilloso de El imperio del Sol es el estilo. Tenemos a un narrador en tercera persona, externo, pero teñido de la conciencia de Jim, por lo que sus comentarios –la intrusión autorial- a veces se elevan a lo poético y a veces rayan en lo naïf, puesto que Jim es solo un niño o preadolescente, que no termina de entender lo que está pasando a su alrededor (las relaciones de poder, las sutilezas, etc.) pero que cada vez es más consciente de que el mundo no es como se lo habían contado.

Y como todos sabéis que el mundo no es como nos lo habían contado, y además la 2ª Guerra Mundial es interesantísima, tenéis que leer este libro.

2 comentarios:

Fran G. Matute dijo...

Nífico! Ballard está considerado uno de los grandes del siglo XX pero nunca le he metido mano a su obra. Puede que este sea un buen momento para hacerlo...

Cris dijo...

Así que "tenemos que"?

Pues personalmente y aunque ya haya comido hoy en el paraiso del sol, dada la argumentación tan densa que nos dejas (no se puede decir lo mismo de tu anterior post plagado de mala ostia) puede que me lo replanteé sinceramente, lo de leer y lo de viajar a Japón, también.

Y anda, disfruta un poco más y mejor de ese fantasticobásico mundo,ahora que ya sabes que no es como te lo han contado.

 
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