
(Chiquito de la Calzada)
-“No me digas que va a haber teatro y no va a haber barba.”
(Un señor con boina)
La semana pasada nos desayunamos con el chocante espectáculo de la traducción simultánea en el Senado. El president Montilla parlant en català y sus señorías los senadores atentos con el pinganillo. Parece que va a ser tendencia a partir de ahora. La reacción de la prensa ha ido desde el aplauso autómata a la burla chocarrera (dependiendo del espectro político.) Mi titular favorito (ABC?) ha sido “El andaluz Montilla y el andaluz Chaves hablan en el Senado con traductor”.

Recientemente acudo a una representación de la famosa comedia de Shakespeare El sueño de una noche de verano, acudo ilusionado, ya sabéis lo que me encanta una obra del tío ese. Todo invitaba: la obra, el teatro, la agradable compañía… a priori la cosa pintaba que iba a ser una experiencia inolvidable, y ¡a fe mía que lo fue! Digámoslo ya, porque si no reviento: el montaje de la obra, a cargo de Ur Teatro, fue un mamarracho. No estoy en contra -por principio- del teatro vanguardista o modernoide, tampoco de los aggiornamentos de obras clásicas. Sí de que me tomen el pelo, G.R.A.C.I.A.S.
¿Os acordáis de esos chistes que empiezan “Un catalán, un andaluz y un vasco van...”? ¿Os acordáis de aquellas noches de sábado que no salíais y os quedabais a ver el programa de José Luis Moreno, con Manolito Royo imitando los acentos de las autonomías históricas? Os confieso que ambas cosas siempre me han causado vergüencita ajena (lo mismo que unos espurios acentos argentino o mejicano.) Pues bien, amigos, ¿por qué nunca nadie ha contado nunca chistes de cántabros o de riojanos? ¡Bingo! El andaluz es grasioso, el gallego es indeciso, el catalán los collons y el vasco ahiválahostia.
Conocéis la historia de El sueño de una noche de verano, es simple: en una Atenas de guardarropía, varias parejas de amantes contrariados tontean bajo el influjo mágico de las hadas y los duendes del bosque. Hay un tercer nivel, el de la troupe de cómicos encargados de montar una obrita de teatro, algo muy de tito Shakespeare, recordad Hamlet, “the play within the play” y to esa gaita. El montaje vanguardista de Ur Teatro conservaba cierta dignidad en los planos de personajes atenienses e incluso en el mundo de las hadas.

Y eso que la obra que vi incluía señores en calzoncillos, teticas al aire, subida a rocódromos, bailes sicalípticos, graffiti y química recreativa. Pero en el plano de los cómicos, ¡ay, amigos! Temblad. Solo había seis actores cada uno haciendo de ateniense/hada/cómico, y fue en esta pata del banco donde aparecieron los mayores desafueros. La troupe bajuna (que en el original habla en prosa, por oposición al verso de los personajes más elevados) quedó en el montaje de Ur Teatro trocada en una cuadrilla de obreros sacados de un chiste de género.
Y ya tenemos el cuadro montado: en lugar de Quince, Bottom, Flute, Snout, Starveling y Snug, aquí están ya Patxi, Antzoni, Maruxa, Rocío, Jordi y “el polaco” (ejem.) Una andaluza, una gallega, un catalán, un vasco, otra vasca y un –ejem- inmigrante polaco serán los disfuncionales actores amateurs encargados de montar la obra de Píramo y Tisbe, todo entre seseo grasioso, ubres galaicas, txapelas, collons, monos, fregonas y bocadillos liados en papel de plata. Añadamos mucho baile aflamencado, una mujer que solo habla en euskera, un enseñar –otra vez- las teticas y un inmigrante tonto, y ya no sé si estaba viendo una obra de William Shakespeare o de Fernando Vizcaíno Casas.

Bufonadas aparte, salgo del teatro con una mezcla de indignación y risa. Risa por el humor grosero ante mí desplegado (a todo el mundo le hace gracia la palabra “coño” pero claro… ¿qué edad tenemos?) y sobre todo por pensar lo que iba a escribir al día siguiente en este post. Indignación por la tomadura de pelo de la adaptación, y por pensar que en esta España culta, moderna, europea, etc, que se supone tenemos, sea todavía necesario para hacer reír contar un chiste de regiones. Aunque a sus señorías los miembros del Senado esto no parece preocuparles.