
Creáislo o no, cuando yo era joven la Selectividad era algo diferente. No se llamaba P.A.U. –como Gasol-, for starters. Era más compacta, con exámenes de mañana y tarde. No había esas optatividades que me cuenta Harvest, que si “hago Filosofía o Historia”, que si me examino de tres materias solo, en plan inglés. Había un examen, por ejemplo, diferenciado del de Lengua que se llamaba Texto. Recuerdo que en mi año (hace 15 ya) cayó para comentar un textucio sobre la Tolerancia, ese valor supremo.
Para que lo sepáis, en Selectividad servidor en Texto sacó un 6. La Tolerancia nunca fue el más fuerte de mis valores, y el paso del tiempo no lo ha mejorado. Ahí pretendía llegar con mi rebuscada introducción: me he dado cuenta de que cada vez tengo menos tolerancia, a la estupidez, por ejemplo. Cada vez tengo (otro ejemplo) menos tolerancia a los vehículos absurdos que retrasan el tráfico en las carreteras de doble sentido.

La ubicación de Cosica, recordad, en una campiña, en una cuenca minera, la convierte en destino ideal para todo tipo de maquinaria agrícola y para camiones de todo tipo. Para colmo, durante meses la explosión de la burbuja inmobiliaria no pareció afectar a este bello pueblo, que –ajeno a la crisis mundial- brevemente ostentó durante 2009 el título de “Municipio del Universo con Más Obras en Marcha”. Voilà les camions de material para construcción y los retrovolquetes.
El camino a Cosica es arduo, como ya consigné en el primer post: mitad autovía mitad nacional. Para fastidio en la autovía está “Furgonetilla Blanca Sin Cristales Traseros”, siempre por el carril izquierdo. Confieso que sobre este espécimen mitológico he fantaseado innumerables veces y he soñado con hacerle un post. No lo descarto. Pero hasta la más pertinaz furgonetilla puede –llegado el caso- ser delantada en autovía con un poco de paciencia. No así en carretera de doble sentido.

El tramo de “nacional” más la travesía de un par de pueblos puede ser la más excruciante (¿existe esa palabra en vuestro idioma?) de las experiencias para un conductor con los nervios débiles. Camiones de troncos, de mineral, de ladrillos, de ganado ovino, bovino, porcino, de butano, de ¿virutas de madera?, de grava, con gases, con líquidos, de muebles, de congelados, de coches, de comestibles, de Coca-Cola, Fanta, de cerveza, al rico bombón helado, oiga…! Tractores, sembradoras, segadoras, rotoempacadoras, rastrillos henificadores, motoazadas, mulas mecánicas, hormigoneras, volquetes, apisonadoras, máquinas de echar asfalto, complicados ingenios que transportan tubos, grúas…
Esta mañana, mi ameno periplo tras el volante se ha visto amenizado por una de las más gratificantes sensaciones de mi vida. ¿Ha sido la niebla? ¿La Guardia Civil de Tráfico? ¿Han sido Carlos Herrera, la buena vida, Fito Páez? (Todos me han acompañado.) No tal! Ha sido un simpático máquino cuya función no alcanzo a discernir si era industrial o agrícola. Pero irrespective of si pertenecía al sector primario o secundario de la economía, este gracioso semoviente, que constaba de un volquete de mierda, un asientillo, cuatro ruedas y una luz giratoria naranja, ha hecho las delicias de pequeños y mayores al volante.

¿Era acaso el coche de policía de Satán? Imposible constatarlo. Solo sé que ha causado monumental caravana de decenas de vehículos (lo más rico antes de las 8 de la mañana) y que en ningún momento ha superado los 20 kilómetros /hora, con el consiguiente riesgo de calado para mi Toyotita en las cuestas arriba. Y que él avanzaba despacito, y que yo iba detrás. Y que no hay Selectividad que te prepare para algo así, amigos.
Para que lo sepáis, en Selectividad servidor en Texto sacó un 6. La Tolerancia nunca fue el más fuerte de mis valores, y el paso del tiempo no lo ha mejorado. Ahí pretendía llegar con mi rebuscada introducción: me he dado cuenta de que cada vez tengo menos tolerancia, a la estupidez, por ejemplo. Cada vez tengo (otro ejemplo) menos tolerancia a los vehículos absurdos que retrasan el tráfico en las carreteras de doble sentido.

La ubicación de Cosica, recordad, en una campiña, en una cuenca minera, la convierte en destino ideal para todo tipo de maquinaria agrícola y para camiones de todo tipo. Para colmo, durante meses la explosión de la burbuja inmobiliaria no pareció afectar a este bello pueblo, que –ajeno a la crisis mundial- brevemente ostentó durante 2009 el título de “Municipio del Universo con Más Obras en Marcha”. Voilà les camions de material para construcción y los retrovolquetes.
El camino a Cosica es arduo, como ya consigné en el primer post: mitad autovía mitad nacional. Para fastidio en la autovía está “Furgonetilla Blanca Sin Cristales Traseros”, siempre por el carril izquierdo. Confieso que sobre este espécimen mitológico he fantaseado innumerables veces y he soñado con hacerle un post. No lo descarto. Pero hasta la más pertinaz furgonetilla puede –llegado el caso- ser delantada en autovía con un poco de paciencia. No así en carretera de doble sentido.

El tramo de “nacional” más la travesía de un par de pueblos puede ser la más excruciante (¿existe esa palabra en vuestro idioma?) de las experiencias para un conductor con los nervios débiles. Camiones de troncos, de mineral, de ladrillos, de ganado ovino, bovino, porcino, de butano, de ¿virutas de madera?, de grava, con gases, con líquidos, de muebles, de congelados, de coches, de comestibles, de Coca-Cola, Fanta, de cerveza, al rico bombón helado, oiga…! Tractores, sembradoras, segadoras, rotoempacadoras, rastrillos henificadores, motoazadas, mulas mecánicas, hormigoneras, volquetes, apisonadoras, máquinas de echar asfalto, complicados ingenios que transportan tubos, grúas…
Esta mañana, mi ameno periplo tras el volante se ha visto amenizado por una de las más gratificantes sensaciones de mi vida. ¿Ha sido la niebla? ¿La Guardia Civil de Tráfico? ¿Han sido Carlos Herrera, la buena vida, Fito Páez? (Todos me han acompañado.) No tal! Ha sido un simpático máquino cuya función no alcanzo a discernir si era industrial o agrícola. Pero irrespective of si pertenecía al sector primario o secundario de la economía, este gracioso semoviente, que constaba de un volquete de mierda, un asientillo, cuatro ruedas y una luz giratoria naranja, ha hecho las delicias de pequeños y mayores al volante.

¿Era acaso el coche de policía de Satán? Imposible constatarlo. Solo sé que ha causado monumental caravana de decenas de vehículos (lo más rico antes de las 8 de la mañana) y que en ningún momento ha superado los 20 kilómetros /hora, con el consiguiente riesgo de calado para mi Toyotita en las cuestas arriba. Y que él avanzaba despacito, y que yo iba detrás. Y que no hay Selectividad que te prepare para algo así, amigos.