
Ahora que está todo el mundo loco con las décadas y está de moda fardar en plan "Yo nací en los 80" o "Pues te desprecio, porque yo nací en los 70 y tú solo en los 90", conviene recordar que en décadas pretéritas no todo el monte fue orégano. También hubo albahaca, estragón, eneldo... y por supuesto: ¡canela!
Estoy recordando ahora una época muy importante en la música popular ("¿y cuál no lo es para ti, Porerror?"), la etapa que arbitrariamente se desarrolló entre 1987 y 1997. Fue importante porque vio la explosión del llamado "rock alternativo", un estilo que en pocos años pasó de indie a mainstream, de desconocido a estar hasta en la sopa. Al final murió de éxito, como siempre pasa en el rock, es decir, los que manejan al cotarro ven dinero ahí, quieren capitalizar el tema y un fenómeno que es por definición marginal, alternativo y casero, tiene que morir por fuerza cuando pasa a ser algo mayoritario, brillantoso y de lujo.

Y claro, los últimos 80 y y los primeros 90 parece que quedarán por la música alternativa, por esa mezcla de punk, hardcore y heavy metal llamada "grunge", que dio en cristalizar alrededor de la región de Seattle, y en tantos otros sitios (mirad Radiohead en UK o Silverchair en Australia). A nadie se le pasan de la mente Nirvana y Pearl Jam, nombres que me empeño en reivindicar porque se van agigantando con el paso de los años. A los más ilustrados les sonarán también Soundgarden o Alice In Chains, a los de Matrícula de Honor Mudhoney o Screaming Trees. Y no solo había rock alternativo de raíces ochenteras en Seattle y tal, ahí estaban Smashing Pumpkins, Jane's Addiction, The Lemonheads, Red Hot Chili Peppers o R.E.M.
De lo que nadie se acuerda y nadie reivindica es de que en aquellos años las bandas reseñadas convivían y compartían estrellato, listas, tiempo de TV y radio y portadas con otras consideradas hoy mucho menos guays pero igual o más exitosas por aquel entonces. Me estoy refiriendo a los rockeros buenos/poperos malos del problemáticamente llamado "hard rock", heredero directo de los grupos heavys ochenteros de pelo cardado y estética ridiculoide, más cerca de Queen que de Black Sabbath. En esta nómina reivindico nombres como Aerosmith (que en puridad proceden de la generación anterior), Guns n' Roses y Bon Jovi.

Ahora nos da risa -o vergüenza, alternativamente- pero no podemos soslayar el hecho de que por aquellos años estos grupos eran lo más de lo más. Denostados por igual por los auténticos alternativos y por los rockeros metálicos (y vistos con recelo por los poperos, que acabaron convirtiéndose en su base de fans), en los últimos 80 y hasta mediados de los 90 Aerosmith, Bon Jovi o Guns n' Roses vendieron como churros ejemplares de sus respectivos álbumes Get a Grip (1993), Keep the Faith (1992) y Use Your Illusions I & II (1991).
Ellos son importantes también porque perfeccionaron el subgénero de balada romántica conocido como "bajabragas" (creo que una definición no es necesaria), para agradecimiento eterno de todos los jóvenes que en la época eran adolescentes y estaban aprendiendo a tocar la guitarra y a las personas del sexo opuesto. Otros la cultivaron con fenomenal éxito (notablemente Extreme con "More Than Words" y Bryan Adams con media docena de títulos).

Pero cómo olvidar -por muy modernos, pasotas, descreídos o cool que nos creamos ahora- canciones como "Jennie's Got a Gun", "Cryin'", "Amazing", "Crazy" de Aerosmith (autores también del bajabragas definitivo: "I Don't Wanna Miss a Thing", de la banda sonora de Armageddon), temazos del calibre de "Don't Cry", "November Rain", "Since I Don't Have You", "Always" o "Bed of Roses"... ¿hubo acaso alguna clase de Inglés de instituto entre 1990 y 1995 donde no sonara al menos una de estas canciones?
A la hora de etiquetar a estos grupillos los contemporáneos acudieron al término "rock duro", desvirtuando del todo el significado de este subestilo (más que nada era para distanciarlo del heavy auténtico y del metal alternativo). Ahora que el tiempo ha pasado, la lluvia ha caído y somos mayores, todas estas cuestiones parecen triviales y en verdad que lo son. Y la historia oficial ha dejado de lado esta fantástica parte de la música de aquellos años. Pero mientras haya un roquerillo adolescente con melenita acariciando una guitarra, mientras haya un videoclip con rosas, calaveras y serpientes, habrá esperanza, amigos: por la Memoria Histórica del rock!!!