El 6 de enero de 1938, en el día de la Befana (la bruja que hace las veces de Reyes Magos en Italia), la cigüeña dejó en Milán un bebé llamado Adriano Celentano. Así empezaba un preciosísimo cómic-historia sobre el cantante italiano que ocupaba todas las caras de la funda de un LP doble que tenía mi padre, recopilatorio de Celentano desde 1959 hasta 1972 (entre nosotros: su época buena). Como hoy es 6 de enero, he querido conmemorar a este grandísimo artista.
Para mí hablar de Adriano Celentano es muy complicado, se mezclan demasiados sentimientos y no puedo expresarme con claridad. Es algo así como escribir sobre Fito Páez o sobre Londres, cosas que por cierto ya he intentado en Estatuas Verdes, y siempre me dejo llevar por la hipérbole. Ahí va una: Adriano Celentano es mi artista favorito. No es así, pero como si lo fuera. Vayamos por partes pues.
Supongo que este cantante/actor/showman/inventor del chicle italiano no necesita presentación, pero por si acaso démosle una pequeña. Su campo de excelencia es la canción, dejémoslo claro desde un principio, aunque ha hecho numerosas pelis flojas (también apareció en La dolce vita -1960- de Fellini, por cierto: cantando, claro). Sería un poco tramposo decir de Celentano que es “el Elvis italiano”, pero los paralelismos con el ídolo de Memphis son muchísimos. Elvis inventó el rock and roll, Adriano tampoco. Lo de las pelis malas ya lo he dicho, y además ambos tuvieron una etapa semioscura con el advenimiento del beat inglés (que volvió su pop comercial obsoleto) para renacer luego sobre 1968 convertidos en crooners, showmen y lo que hiciera falta.
Lo que sí voy a decir alto y claro es que Adriano Celentano es el primer artista original que dio Europa en toda la era rock. El primer rockero europeo auténtico, para entendernos. Ni siquiera en Gran Bretaña (no digamos Francia, Alemania o España) tuvo nadie la visión de apropiarse de los nuevos sonidos blanquinegros y de hacer algo original y nuevo con ellos, más allá de toscas versiones en inglés. Y eso que los cuatro primeros singles de Adriano (todos de 1958, amigos!) eran toscas versiones en inglés de hits de rock and roll de Little Richard, el propio Elvis o Fats Domino. Pero este hombre enseguida se dio cuenta de que era necesario adaptar el nuevo idioma “rock” a su cultura y ya desde 1959 se lanzó a hacer rock and roll del bueno compuesto en italiano.
Para ello se rodeó siempre de excelentes compositores y arreglistas, entre ellos Del Prete y Beretta, que le componían sus cancionazas. Luego con el tiempo, Celentano llegaría a darle su primera oportunidad a autores de talla como Paolo Conte o Don Backy. Ignoro qué grado de control artístico tuvo Celentano sobre sus grabaciones y discos editados pero sospecho que alguna mano en la elección del repertorio sí que tenía. Sus primeros números 1 y megaéxitos (“Il tuo bacio è come un rock”, “Impazzivo per te”, “24 mila baci”) son un prodigio de composición, arreglos e interpretación. Estaba claro que este hombre era una máquina de hacer dinero.
Pero Celentano no se limitó a copiar o “adaptar” un solo estilo de rock USA, también exploró otros estilos siempre comerciales y bailables pero siempre de manera honesta, como el rockabilly, el doo-wop, el chachachá, las baladas, el tango o el twist. Hacia 1964-65 el hombre tuvo un pequeño bajón en la calidad de sus temas, coincidiendo con el huracán Beatles y todo lo que conllevó. Él, que a lomos del huracán Elvis (por así decirlo) se llevó por delante a toda una generación de artistas orquestales y melodiosos, debía hacer frente a la realidad de que sus cancioncillas quedaban obsoletas frente al nuevo beat, pop-rock, folk rock y demás.
Adriano supo sobreponerse a las modas en incluso en 1968 le escribió una carta al “beat” (nombre con que él se refería a todo el pop sixties) diciendo que por su culpa los jóvenes no se lavaban, se drogaban, se escapaban de casa y olvidaban a Dios. Celentano, el rockero loco que en 1959 cantaba “yo soy rebelde en el vestir, en el pensar, en el amar a mi chica” era ahora un cómodo representante de la ideología conservadora. Pero su música no sufrió. Si queréis, le dio por hablar de ecología, de superpoblación, de drogas duras, de huelgas... en plan paternalista, pero todo venía envuelto en unas canciones tan pegadizas, tan bien escritas, con tantísima garra que se le perdona todo.
Y eso por no hablar de la mayor aportación de Celentano a mi panteón pop personal. Objetivamente, su contribución a la música popular es haber traído el rock a Europa (lo siento, no fueron Cliff Richard, Johnny Halliday ni el Dúo Dinámico) pero a mí por lo que más me gusta es por sus canciones de amor. No necesariamente baladas, él siempre sabía darles un toque entre granuja y caballero que –según un amigo mío que liga mucho- tan atractivo resulta a las tías. Y los tíos supongo que veían en él más que a un donjuan competidor a un buen colega, un prototipo de romanticismo con los pies en la tierra francamente apetecible de imitar. Porque la educación sentimental nos la han dado las canciones (y las películas), ¿no lo sabíais? Mañana seguiré ahondando en la historia de Adriano Celentano, en su relevancia en mi vida y se verá el porqué del título del post.
Para mí hablar de Adriano Celentano es muy complicado, se mezclan demasiados sentimientos y no puedo expresarme con claridad. Es algo así como escribir sobre Fito Páez o sobre Londres, cosas que por cierto ya he intentado en Estatuas Verdes, y siempre me dejo llevar por la hipérbole. Ahí va una: Adriano Celentano es mi artista favorito. No es así, pero como si lo fuera. Vayamos por partes pues.
Supongo que este cantante/actor/showman/inventor del chicle italiano no necesita presentación, pero por si acaso démosle una pequeña. Su campo de excelencia es la canción, dejémoslo claro desde un principio, aunque ha hecho numerosas pelis flojas (también apareció en La dolce vita -1960- de Fellini, por cierto: cantando, claro). Sería un poco tramposo decir de Celentano que es “el Elvis italiano”, pero los paralelismos con el ídolo de Memphis son muchísimos. Elvis inventó el rock and roll, Adriano tampoco. Lo de las pelis malas ya lo he dicho, y además ambos tuvieron una etapa semioscura con el advenimiento del beat inglés (que volvió su pop comercial obsoleto) para renacer luego sobre 1968 convertidos en crooners, showmen y lo que hiciera falta.
Lo que sí voy a decir alto y claro es que Adriano Celentano es el primer artista original que dio Europa en toda la era rock. El primer rockero europeo auténtico, para entendernos. Ni siquiera en Gran Bretaña (no digamos Francia, Alemania o España) tuvo nadie la visión de apropiarse de los nuevos sonidos blanquinegros y de hacer algo original y nuevo con ellos, más allá de toscas versiones en inglés. Y eso que los cuatro primeros singles de Adriano (todos de 1958, amigos!) eran toscas versiones en inglés de hits de rock and roll de Little Richard, el propio Elvis o Fats Domino. Pero este hombre enseguida se dio cuenta de que era necesario adaptar el nuevo idioma “rock” a su cultura y ya desde 1959 se lanzó a hacer rock and roll del bueno compuesto en italiano.
Para ello se rodeó siempre de excelentes compositores y arreglistas, entre ellos Del Prete y Beretta, que le componían sus cancionazas. Luego con el tiempo, Celentano llegaría a darle su primera oportunidad a autores de talla como Paolo Conte o Don Backy. Ignoro qué grado de control artístico tuvo Celentano sobre sus grabaciones y discos editados pero sospecho que alguna mano en la elección del repertorio sí que tenía. Sus primeros números 1 y megaéxitos (“Il tuo bacio è come un rock”, “Impazzivo per te”, “24 mila baci”) son un prodigio de composición, arreglos e interpretación. Estaba claro que este hombre era una máquina de hacer dinero.
Pero Celentano no se limitó a copiar o “adaptar” un solo estilo de rock USA, también exploró otros estilos siempre comerciales y bailables pero siempre de manera honesta, como el rockabilly, el doo-wop, el chachachá, las baladas, el tango o el twist. Hacia 1964-65 el hombre tuvo un pequeño bajón en la calidad de sus temas, coincidiendo con el huracán Beatles y todo lo que conllevó. Él, que a lomos del huracán Elvis (por así decirlo) se llevó por delante a toda una generación de artistas orquestales y melodiosos, debía hacer frente a la realidad de que sus cancioncillas quedaban obsoletas frente al nuevo beat, pop-rock, folk rock y demás.
Adriano supo sobreponerse a las modas en incluso en 1968 le escribió una carta al “beat” (nombre con que él se refería a todo el pop sixties) diciendo que por su culpa los jóvenes no se lavaban, se drogaban, se escapaban de casa y olvidaban a Dios. Celentano, el rockero loco que en 1959 cantaba “yo soy rebelde en el vestir, en el pensar, en el amar a mi chica” era ahora un cómodo representante de la ideología conservadora. Pero su música no sufrió. Si queréis, le dio por hablar de ecología, de superpoblación, de drogas duras, de huelgas... en plan paternalista, pero todo venía envuelto en unas canciones tan pegadizas, tan bien escritas, con tantísima garra que se le perdona todo.
Y eso por no hablar de la mayor aportación de Celentano a mi panteón pop personal. Objetivamente, su contribución a la música popular es haber traído el rock a Europa (lo siento, no fueron Cliff Richard, Johnny Halliday ni el Dúo Dinámico) pero a mí por lo que más me gusta es por sus canciones de amor. No necesariamente baladas, él siempre sabía darles un toque entre granuja y caballero que –según un amigo mío que liga mucho- tan atractivo resulta a las tías. Y los tíos supongo que veían en él más que a un donjuan competidor a un buen colega, un prototipo de romanticismo con los pies en la tierra francamente apetecible de imitar. Porque la educación sentimental nos la han dado las canciones (y las películas), ¿no lo sabíais? Mañana seguiré ahondando en la historia de Adriano Celentano, en su relevancia en mi vida y se verá el porqué del título del post.
6 comentarios:
"Adriano ha llegado" no era una frase de una peli o algo????
Conozco a Celentano muy poquito ("24,000 Baci", "Azzurro" y alguna cosilla más), pero lo cierto es que, como pude comprobar este último verano, Adriano es casi un Dios en Italia. :-)
Yo lo conozco porque "alguien" me pone, muchas mañanas domingueras, la de "Azzurro" y otras de las cuales no recuerdo el nombre.
Qué gracia que a ti también te guste!!
Yo soy más de Zucchero, mi querido Battiato, Lucio Dalla (atento al lupo), Nicola Di Bari, Umberto Tozzi (ti amo, ti-a-mo...)....
Cómo llevas el frío???!!
María
Por cierto, permítaseme ser un poco díscolo con tu apreciación de que Adriano fue el pionero en traer el rock a Europa.
Desdeñas a Cliff Richard que ya grabó el mítico "Move It" en 1958 y olvidas mencionar a Vince Taylor y su "Brand New Cadillac" (1958) que siempre han sido consideradas como las piedras angulares del rock en Europa.
No niego la impronta pionera del italiano, pero la pongo a la par que la de los citados, por lo menos.
He dicho.
Gracias por los comments:
-Karmen: Tu comentario es muy certero, en el post de hoy hago referencia a lo acertado que es. Por cierto, ¿qué fue de tu blog Auditorio Ryman, que tanto nos gustaba?
-María: Claro que sí, Adriano forever! Los otros artistas italianos que nombras me vienen un poco lejos...mmmm..... pero hay muchos otros que sí me molan. ¿Te gusta Rita Pavone, por ejemplo? Yo es que soy más de antiguallas.
-Fran G. Matute: Tienes mucha razón en tu apunte, no seré yo quien lo discuta. Los dos temas que nombras está claro que son rock auténtico, pero yo me refería a que quizás Adriano sea el primer artista en basar una carrera en el rock and roll (desde 1957 tocándolo en directo) de manera consistente. Vince Taylor es un poco one hit wonder, ¿no?, y Cliff Richard siempre me pareció un tío poco original, que rápidamente se pasó al pop gayer (nunca mejor dicho). Por eso dije lo que dije, pero vamos, que tu comentario es una apostilla acertadísima.
Sabía que el tema del one-hit wonder iba a salir por algún sitio... También estoy de acuerdo con tus matizaciones. Simplemente quería rebajar la intensidad de tu axiomática afirmación acerca del carácter pionero de Adriano, que como sabes, a mí también me gusta mucho y está claro que en conjunto más que Cliff Richard que se convirtió en un petardo vende libros de autoayuda...
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