Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

miércoles, 16 de enero de 2008

De qué hablamos cuando... tomamos café


Frenesí Carver: leamos a Carver. Raymond Carver (1938-1988) es un escritor norteamericano del que solo he leído un libro pero estoy rabiando por leer muchos más. De hecho, la única razón por la que no dejo ahora mismo de teclear y me voy corriendo a una librería a comprarme todas sus obras es porque sé que en mi ciudad no las voy a encontrar en inglés. ¡Ay, qué pereza da Amazon.com! No, en serio, podría pedirlos ahora mismo, y a lo mejor para cuando lleguen dentro de un mes me ha dado por Luis Landero o por John Cheever, y los libros de Carver se quedan cogiendo polvo en la estantería. Y no merecen eso.

Si alguien me regalara un libro de Raymond Carver en inglés sería diferente. Sorprendente, inesperado, como aquel que me dio hace dos años una persona muy especial. Yo no había leído nada del pavo, tampoco estaba en mi onda. Pero me intrigaba. Recordaba un documental de Canal Historia sobre él, en el que otro autor lo criticaba. Decía que su estilo era una mierda, que había escrito cosas muy chabacanas, como “la noche era tan caliente como el tubo de escape de un Ford del 56”. Qué queréis que os diga, a mí me parece buenísimo.

Mi primer (y hasta ahora único) libro de Carver se titulaba De qué hablamos cuando hablamos de amor (1981). Es un libro de relatos, Carver escribió mayoritariamente relatos y poesía. No conozco lo bastante de él como para saber por qué nunca acometió una novela, o si tal vez sí lo hizo. Sus cuentos son inquietantes, es parco en palabras. No sabe uno a qué carta quedarse con los personajes, es el tipo de cuentos en los que o bien no pasa nada (aparentemente) o bien lo que pasa no tiene ninguna relevancia. En el momento pueden llegar hasta a dar coraje, ¿qué me está contando este hombre?, a su lado Hemingway era un incontinente verbal. Y sin embargo…

Y sin embargo, pocas veces me he sentido tan impulsado a volver a un libro como con este. Releer frases, párrafos, cuentos enteros una y otra vez. Son historias que te subyugan, que se quedan a vivir contigo. Creo que solo me ha pasado algo así con Ficciones (1944) y El Aleph (1949) de Borges, otro cuentista/poeta que no escribió una novela. Pero ahí acaban las similitudes: Carver son frutos secos frente al banquete estilístico y filosófico del argentino. No quiero decir que los cuentos de Raymond Carver sean pobres o malos, es que resultan frugales, y aun así se repiten como su puta madre.


Últimamente en mi vida han aparecido rastros de Raymond Carver por todas partes: tres compañeros de trabajo se han leído De qué hablamos cuando hablamos de amor, un cuarto ya lo tiene comprado (las conversaciones a la hora del café revolotean sobre el dichoso librito azul de Compactos Anagrama). Otro amigo se ha ofrecido a prestarme la peli Vidas cruzadas (Short Cuts, 1993) de Robert Altman, basada en sus cuentos y con guión del propio escritor. Las coincidencias siguen, algunas no os las creeríais si las cuento aquí. Y yo, qué remedio, he ido a mi estantería a desempolvar mi ejemplar de What We Talk About When We Talk About Love. He vuelto a visitar las desasosegantes historias “La calma”, “Bolsas” o “Tanta agua tan cerca de casa”.

Se ha encuadrado a Carver en el llamado “Realismo sucio” norteamericano, por retratar la vida de la clase obrera y la cara menos dulce del American Dream. Roberto Bolaño dijo de él que era el mejor cuentista del siglo XX (con permiso de Chéjov, a quien el propio Carver admiraba y que tanto le influyó). Aunque ya sabéis que me pone la teoría literaria, siento que con Carver simplemente me dejo llevar. Me dan igual las consideraciones críticas, solo me interesan las emociones que me provoca su lectura. Por ejemplo, en el cuento “El baño”: ¿el niño muere o no muere?”. ¡Qué angustia, por Dios!

6 comentarios:

Fran G. Matute dijo...

De verdad que me has contagiado leer a Carver, que es uno de esos hombres de letras al que nunca le he hincado el diente... y de paso así consigo que me guste "Vidas Cruzadas", que me pareció un sinsentido. Bonita e inspiradora entrada.

Karmen dijo...

¡Gracias por hacer que Carver forme parte del universo Estatuas Verdes! Sí, a mí también me encantan los cuentos (o relatos literarios). ;-) Y me quito la careta: Carver es una de las sorpresas más agradables que me ha dado la Carrera... Me fascina su forma de describir la América perdedora de los años 70. Y también la habilidad que se da para construir historias a base de situaciones (a priori) irrelevantes (¿a quién demonios le interesan las letritas de la tarta?). Sus muchos elementos recurrentes (cigarettes, coffee and booze) me traen a la mente la América de raíces y... segunda quitada de careta: I like it! :-)

Anónimo dijo...

Quizá nunca deje de lado este autor por cuestiones sentimentales. Una tarde, que mi tío bautizó de " Negro sobre blanco", me invitó a que leyera a un par de autores que había ojeado por internet, entre ellos estaba Carver. Cómo no, rápido pregunté a dos profesores y amigos de mi instituto, que quizá sean los más eruditos de todo el Aljarafe, y claro, lo conocían y no solo eso, estaban hablando de él cinco minutos antes de que yo les preguntara. Siempre he creído en el destino y esta tontería me marcará para siempre.
La cosa quedó ahí ya que me quedé esperando a que uno de ellos se lo terminara para que me lo pasara. Pero yo estas navidades se lo compré a mi tío para regalárselo por reyes. La pena es que no me dio tiempo a dárselo y la misma noche que lo despedí para siempre comenzé a leerlo.Todo mi cariño estaba puesto en ese libro con ese nombre tan curioso y que tanta curiosidad me había despertado.
Rectifico, nos lo empezamos a leer mi tío y yo porque esté donde esté sé que asoma su cabeza por mis hombros y lo lee conmigo.
Es la primera vez que escribo algo sobre mi tío en internet y se lo debía porque era un gran internauta y todo gracias a Jose María, el monstruo de este blog.
gracias Jose María, y a ti también Jose Manuel.
P.D: dejo para otro día el comentario crítico de los cuentos que por cierto son desconcertantes, pero ¿qué es la literatura entonces? Sab.

Porerror dijo...

anónimo (¿o debería decir anónima?), muchísimas gracias por tu comentario. Cosas como esta son las que me animan a seguir con Estatuas Verdes. Creo que tu aportación ha sido la más emotiva desde que empezó el blog, y sé muy bien lo que siginifican para ti los momentos que describes. A lo mejor resulto cursi, pero puedo asegurarte que la gente como tú no abunda. Te lo dice uno que ha estado en Toledo...

Anónimo dijo...

Te dije q si hablabas de Carver escribiría y... aquí estoy. No se nada de él, ni conozco los títulos del resto de sus libros, y reconozco que leí el libro por la curiosidad que despertó tu frase de ¡todos a leer a Carver!
Aún con esta presentación y desde la total ignorancia de literatura, como de tantas otras cosas en esta vida, voy a hablar de Carver.
Cuando comienzo un libro no lo hago con la esperanza de entretenerme, o de hacerme más inteligente, o de mejorar como persona...lo hago porque me fascina la idea de que un acto racional (decodificación de palabras) llegue a provocar sentimientos que perduran más allá de cuando se cierra el libro, o que hacen que me pase una noche en vela sin darme cuenta,o me hablen y responda sin saber lo que he dicho proque en realidad estoy dándole vueltas a lo que tal personaje dijo al otro,...
Evidentemente, no todos lo libros consiguen este milagro y cuando leí las primeras páginas del libro pensé que iba a ser unos de los chascos a los que hago referencia. ¡Que equivocada estaba! no solo me ha enfrascado como hacía tiempo, sino que le debo sentimientos nuevos al leer (que las sensaciones desagradables también deben tener un hueco), como el desasosiego, el pesimismo,la impotencia, la dejadez y la intriga. Sobre todo la intriga: ¿cómo llegaron allí?¿qué pasará ahora?¿por qué reaccionó así?¿qué pasó con el niño?

Porerror dijo...

Muy agudo tu comentario, anónimo #2, me consta que eres una gran lectora. Interesante lo que dices sobre las sensaciones al leer, en esa línea decía Strindberg que "el mayor placer de la vida es experimentar sentimientos nuevos, aunque sean de trsiteza".

 
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