“He's so unhip that when you say Dylan, he thinks you're talking about Dylan Thomas, whoever he was”.
(Simon & Garfunkel)
Dylan, Dylan, Dylan. Algunos viejos lectores de Estatuas Verdes recordarán esta anécdota.
Señor G: -Porerror, tengo una consulta técnica para ti.
Porerror: -¿Sí?
Señor G: -¿Tú crees que yo me podría matricular en Filología Inglesa de 2º directamente?
Porerror: -¿Y eso?
Señor G: -Hombre, porque yo he traducido todas las canciones de los Beatles y casi todas las de Bob Dylan… ¡alguna asignatura me tendrán que convalidar!
Porerror: -¿…?
Si en el post de ayer hacíamos hincapié en los poderes ensimismatorios de Bob Dylan hoy vamos a hablar de lo contrario: Dylan y la exaltación de la amistad. Han sido las entusiastas recomendaciones de varios amigos las que han acabado por convencerme de que fuera al concierto de Bob el próximo julio. Tengo colegas que lo han visto cinco veces y se les hace la boca agua habando de él. Tengo un amigo inglés que en el año 2000 se paseaba con una camiseta de Dylan, recuerdo que la última canción que escuché el último día de mi periodo Erasmus en Gran Bretaña fue “Don’t Think Twice, It’s Alright”.
La música de Dylan une, esto es un hecho. Aunque sea para meterme con el Grillo y refutar sus heréticas declaraciones de ayer sobre la calidad de sus textos. Madre mía, cuántas veces no habré cantado temas de Dylan en fiestas, reuniones de amigos, cenas y jolgorios en general. La última vez, hará un par de semanas en una cena con compañeros de trabajo se cantó “Knockin’ On Heaven’s Door”, “Blowin’ In the Wind” y uno de los más serios se arrancó por “Mr. Tambourine Man” para sorpresa de la concurrencia.
El sábado pasado, en casa de un amigo tuvimos una sesión de análisis literario de letras de Dylan: mi colega nos explicó “Boots of Spanish Leather”. Él y su hermano cantaron también “The Lonesome Death of Hattie Carroll”… y no era la primera vez que nos deleitaban con sus gorgoritos dylanescos (¡se las saben todas!). De hecho, el hermano de mi amigo (colega mío también) es muy de que vayas a su casa y te plante un vídeo de “Joker Man”, “Forever Young” o “I Shall Be Released” en pantalla gigante, lo cual siempre se agradece.
(Simon & Garfunkel)
Dylan, Dylan, Dylan. Algunos viejos lectores de Estatuas Verdes recordarán esta anécdota.
Señor G: -Porerror, tengo una consulta técnica para ti.
Porerror: -¿Sí?
Señor G: -¿Tú crees que yo me podría matricular en Filología Inglesa de 2º directamente?
Porerror: -¿Y eso?
Señor G: -Hombre, porque yo he traducido todas las canciones de los Beatles y casi todas las de Bob Dylan… ¡alguna asignatura me tendrán que convalidar!
Porerror: -¿…?
Si en el post de ayer hacíamos hincapié en los poderes ensimismatorios de Bob Dylan hoy vamos a hablar de lo contrario: Dylan y la exaltación de la amistad. Han sido las entusiastas recomendaciones de varios amigos las que han acabado por convencerme de que fuera al concierto de Bob el próximo julio. Tengo colegas que lo han visto cinco veces y se les hace la boca agua habando de él. Tengo un amigo inglés que en el año 2000 se paseaba con una camiseta de Dylan, recuerdo que la última canción que escuché el último día de mi periodo Erasmus en Gran Bretaña fue “Don’t Think Twice, It’s Alright”.
La música de Dylan une, esto es un hecho. Aunque sea para meterme con el Grillo y refutar sus heréticas declaraciones de ayer sobre la calidad de sus textos. Madre mía, cuántas veces no habré cantado temas de Dylan en fiestas, reuniones de amigos, cenas y jolgorios en general. La última vez, hará un par de semanas en una cena con compañeros de trabajo se cantó “Knockin’ On Heaven’s Door”, “Blowin’ In the Wind” y uno de los más serios se arrancó por “Mr. Tambourine Man” para sorpresa de la concurrencia.
El sábado pasado, en casa de un amigo tuvimos una sesión de análisis literario de letras de Dylan: mi colega nos explicó “Boots of Spanish Leather”. Él y su hermano cantaron también “The Lonesome Death of Hattie Carroll”… y no era la primera vez que nos deleitaban con sus gorgoritos dylanescos (¡se las saben todas!). De hecho, el hermano de mi amigo (colega mío también) es muy de que vayas a su casa y te plante un vídeo de “Joker Man”, “Forever Young” o “I Shall Be Released” en pantalla gigante, lo cual siempre se agradece.
Comparar letras de Dylan, ir exprimiendo su significado oculto (algunas veces más que otras) con la sensación idiota de que nunca las acabas de entender del todo, de que nunca se crackea el misterio. La música de Dylan une. Ya ayer hablé del poder comunitario de “Knockin’ On Heaven’s Door” a la guitarra en bodas, bautizos y botellones. Aquellas sesiones místicas del Pet Sounds las hicimos también con el Astral Weeks (1968) de Van Morrison, y las intentamos con el Highway 61 Revisited (1965) de Dylan, pero fue un fracaso. Imposible quedarse en silencio mientras se escucha “Like a Rolling Stone”, siempre había alguno que se arrancaba a cantar y enseguida se le unían los otros. Dylan une.
Si, por ejemplo, te presentan a alguien en una reunión social y no sabes de qué tema hablar pregúntale si le gusta Bob Dylan y si es que sí ya tenéis tema de por vida: que si a ver por qué no le han dado el Premio Nobel, que si está fatal de salud, que si es mejor su etapa eléctrica que la acústica, que si fue novio de Joan Baez, que si han hecho una peli ahora sobre él [I’m Not There, 2007, de Todd Haynes: la estamos esperando], que si es un poeta… Y si no, siempre podéis poneros a rememorar la letra de “Blowin’ In the Wind”, que seguro que no os la sabéis (de verdad) entera.
Que si fue judío, que si se hizo cristiano y cantó ante el Papa, que si se ahora se ha hecho judío otra vez… Es curioso que un tipo tan arisco y con tanta fama de cabroncete dé lugar a tantas amistades. Ayer anduve escuchando su concierto en el Philarmonic Hall de 1964 (editado en 2004 como The Bootleg Series, Vol.6) y me di cuenta de que entre canción y canción Bob Dylan rivalizaba con los discos de stand-up comedy de Woody Allen que tengo de la misma época. Debió de tomarse algo, porque el nota esa noche estuvo sembrado. Festivales del humor aparte, Dylan nunca se ha caracterizado por su simpatía, ni falta que le ha hecho.
Hará un par de años gané la banda sonora de No Direction Home (2005) en un concurso del dominical de El País (había que acertar el nombre de qué poeta galés, etc, etc…), supongo que la justicia poética quiere ahora que le devuelva a Dylan el precio del disco por duplicado en forma de su entrada del concierto. El post de ayer me salió un poco enciclopédico (seguro que le hubiese encantado a Señor G), así que en el de hoy he querido guiarme solo por recuerdos e impresiones. Aquel EP de vinilo que mencioné, siempre presente en casa… las entradas del concierto… un colega grabándome versiones de Dylan por grupos raros en cintas de 90… Si Bob me defrauda (aunque él es muy discreto, como dijo Calamaro), siempre me quedarán los amigos.
1 comentario:
Dylan estupendisimo. La de I'm not there la vi hace unos meses y es un desproposito... Pero bueno, sabiendo que a ti no te gusto indiana jones y yo he ido ya 3 veces (y no descarto una cuarta) a verla al cine...
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