“Indiana, Indiana, Indiana, Indiana… no sabes decir otra cosa, ya me tienes hasta la banana”
(Hombres G)
“Claro: ¡Alejandreta! En la ruta de los peregrinos…”
(Henry Jones, Sr.)
He querido esperar a que el telediario de Antena 3 diera el pistoletazo de salida acerca de la nueva película de Indiana Jones (un poco por respeto) antes de hablar aquí de ella. Pero este fin de semana mi indianismo ha alcanzado ya niveles insoportables. Por ejemplo el viernes le puse a un colega sin previo aviso un sms que decía “Solo el penitente pasará”. Ayer me vestí con una camiseta de Indiana Jones que me trajo mi novia de Londres. El tema de Hombres G no os digo cuántas veces ha sonado en mi coche porque me da vergüenza.
Mi conclusión es clara: después de casi 20 años sin Indy, la peña está lista. Mi colega el del mensaje no tardó ni dos minutos en contestarme con otro sms solo para iniciados: “Claro, Alejandreta”. La semana pasada, otro colega y yo mantuvimos una conversación similar: Solo el penitente pasará. El penitente se arrodilla: ¡arrodíllate!
He de reconocer que a mí Indiana Jones me cogió pequeño: recuerdo haber hecho una hora de cola en 1984 en un cine que ya no existe para ver Indiana Jones y el templo maldito, para en el último momento volverme a mi casa acojonado. ¿El motivo? Mis primitas mayores, que ya la habían visto, me contaron que en aquella peli salía un señor que le arrancaba a la gente los corazones a pelo, y como que no. Lo del “sorbete de sesos de mono” tampoco me simpatizaba demasiado.
Con el tiempo vi la peli, que me encantó, al igual que En busca del arca perdida (1981). Para colmo Indiana Jones tenía un atractivo añadido. No solo salía un señor con látigo y con pistola dando jarilla y una trama pseudohistórica, también había nazis. El acabóse, vaya. Para mí el culmen de la saga llegó con Indiana Jones y la última cruzada. Irónicamente, ya en su época esta peli marcó un distanciamiento con las otras, en cuanto que se dijo que Harrison Ford ya estaba mayor para el papel (corría el Año del Señor de 1989).
La última cruzada incluía todo lo mejor de Indiana Jones, y no solo nazis sino el Afrika Korps. Recuerdo que Sean Connery derribaba un Messerschmitt Bf 109 azuzándole una bandada de gaviotas (¡Ah, si el Principito hubiese conocido esta técnica de combate aéreo…!), y que salía un super zeppelín hipermolón. Esta peli tuvo en mí un efecto hipnótico, y pienso que en toda mi generación, si no no se explica que conozcamos muchos de sus diálogos de memoria. En aquellos tiempos yo estaba a tope con el PC (yo no sé si tenía 10 megas de memoria, procesador 486 y un monitor VGA), y puedo decir sin dudarlo que la aventura gráfica de Indiana Jones y la última cruzada ha sido el único juego al que he estado enganchado en mi vida.
En el juego estaba la peli entera (¡fantasía!): había que ir a Venecia, romper el suelo de la iglesia y meterse por las catacumbas, luego volar en el zepelín, ir al castillo aquel nazi en Alemania… debo confesar que jamás logré terminarlo, pero un colega mío sí, y una sola vez me fue dado contemplar hasta la última pantalla en su casa. Luego salió aquel otro, Indiana Jones y el destino de la Atlántida (1992), pero nunca nada ya fue igual. De un lado, este juego no tenía la referencialidad externa de una peli que lo apoyase, de otro uno ya iba dejando atrás la niñez para adentrarse en el complejo mundo adolescente, mucho más peligroso que esas serpientes que tanto miedo dan a Indy.
Ahora se anuncia (para el 22 de mayo) el estreno de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal y la estoy esperando –por hacer el chiste- como agua de mayo. Nunca será demasiado pronto para que se estrene una nueva peli de Indiana Jones. Porque sé que no va a defraudar: si no fuera a estar bien, quiero creer que los implicados (Spielberg, Lucas, Ford) no se jugarían de ese modo su prestigio. Por si fuera poco sale Cate Blanchett. En esta ocasión, los nazis son sustituidos por “robots ateos y comunistas” de más allá del Telón de Acero, pero si algo nos enseñó la peli de coña Top Secret (1984) es que nazis y comunistas son totalmente intercambiables.
(Hombres G)
“Claro: ¡Alejandreta! En la ruta de los peregrinos…”
(Henry Jones, Sr.)
He querido esperar a que el telediario de Antena 3 diera el pistoletazo de salida acerca de la nueva película de Indiana Jones (un poco por respeto) antes de hablar aquí de ella. Pero este fin de semana mi indianismo ha alcanzado ya niveles insoportables. Por ejemplo el viernes le puse a un colega sin previo aviso un sms que decía “Solo el penitente pasará”. Ayer me vestí con una camiseta de Indiana Jones que me trajo mi novia de Londres. El tema de Hombres G no os digo cuántas veces ha sonado en mi coche porque me da vergüenza.
Mi conclusión es clara: después de casi 20 años sin Indy, la peña está lista. Mi colega el del mensaje no tardó ni dos minutos en contestarme con otro sms solo para iniciados: “Claro, Alejandreta”. La semana pasada, otro colega y yo mantuvimos una conversación similar: Solo el penitente pasará. El penitente se arrodilla: ¡arrodíllate!
He de reconocer que a mí Indiana Jones me cogió pequeño: recuerdo haber hecho una hora de cola en 1984 en un cine que ya no existe para ver Indiana Jones y el templo maldito, para en el último momento volverme a mi casa acojonado. ¿El motivo? Mis primitas mayores, que ya la habían visto, me contaron que en aquella peli salía un señor que le arrancaba a la gente los corazones a pelo, y como que no. Lo del “sorbete de sesos de mono” tampoco me simpatizaba demasiado.
Con el tiempo vi la peli, que me encantó, al igual que En busca del arca perdida (1981). Para colmo Indiana Jones tenía un atractivo añadido. No solo salía un señor con látigo y con pistola dando jarilla y una trama pseudohistórica, también había nazis. El acabóse, vaya. Para mí el culmen de la saga llegó con Indiana Jones y la última cruzada. Irónicamente, ya en su época esta peli marcó un distanciamiento con las otras, en cuanto que se dijo que Harrison Ford ya estaba mayor para el papel (corría el Año del Señor de 1989).
La última cruzada incluía todo lo mejor de Indiana Jones, y no solo nazis sino el Afrika Korps. Recuerdo que Sean Connery derribaba un Messerschmitt Bf 109 azuzándole una bandada de gaviotas (¡Ah, si el Principito hubiese conocido esta técnica de combate aéreo…!), y que salía un super zeppelín hipermolón. Esta peli tuvo en mí un efecto hipnótico, y pienso que en toda mi generación, si no no se explica que conozcamos muchos de sus diálogos de memoria. En aquellos tiempos yo estaba a tope con el PC (yo no sé si tenía 10 megas de memoria, procesador 486 y un monitor VGA), y puedo decir sin dudarlo que la aventura gráfica de Indiana Jones y la última cruzada ha sido el único juego al que he estado enganchado en mi vida.
En el juego estaba la peli entera (¡fantasía!): había que ir a Venecia, romper el suelo de la iglesia y meterse por las catacumbas, luego volar en el zepelín, ir al castillo aquel nazi en Alemania… debo confesar que jamás logré terminarlo, pero un colega mío sí, y una sola vez me fue dado contemplar hasta la última pantalla en su casa. Luego salió aquel otro, Indiana Jones y el destino de la Atlántida (1992), pero nunca nada ya fue igual. De un lado, este juego no tenía la referencialidad externa de una peli que lo apoyase, de otro uno ya iba dejando atrás la niñez para adentrarse en el complejo mundo adolescente, mucho más peligroso que esas serpientes que tanto miedo dan a Indy.
Ahora se anuncia (para el 22 de mayo) el estreno de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal y la estoy esperando –por hacer el chiste- como agua de mayo. Nunca será demasiado pronto para que se estrene una nueva peli de Indiana Jones. Porque sé que no va a defraudar: si no fuera a estar bien, quiero creer que los implicados (Spielberg, Lucas, Ford) no se jugarían de ese modo su prestigio. Por si fuera poco sale Cate Blanchett. En esta ocasión, los nazis son sustituidos por “robots ateos y comunistas” de más allá del Telón de Acero, pero si algo nos enseñó la peli de coña Top Secret (1984) es que nazis y comunistas son totalmente intercambiables.