
Desde pequeñito me han hecho pupa las Matemáticas. No me gustan, no las entiendo, me horrorizan. Gracias a Dios, dejé de estudiarlas hace once años, pero hoy he ido a ver una película cuya trama está basada en un enigma lógico-matemático que sirve de andamio a una serie de asesinatos. Estoy hablando de Los crímenes de Oxford (2008), última de Álex de la Iglesia, que es una adaptación de la novela policíaca (¿filosófica?) Crímenes imperceptibles (2004) del argentino Guillermo Martínez. Los oídos me han pitado cuando en la gran pantalla he vuelto a oír hablar sobre teoremas, series, la Telescópica… la de Fibonacci….
El elenco de esta película es bastante curioso: los protagonistas son el inglés John Hurt (inolvidable su papel de Calígula en Yo, Claudio de 1976), y Elijah Wood, el antiactor, que solo tiene dos expresiones: “niño desvalido con los ojitos abiertos” y “niño desvalido con los ojitos cerrados”. Completa el reparto una de mis bestias negras: Leonor Watling (alias “la falsa inglesa”, alias “la inglesa-segoviana”), que en este papel pone toda la carne (nunca mejor dicho) en el asador. Atentos a la escena del follismo matemático y los espaguetis, interesante por lo que en ella se dice acerca de las novelas detectivescas.
Como todos los thrillers de aventuras, esta peli es un rosario de fantasmadas, situaciones inverosímiles y coincidencias traídas por los pelos, lo cual a mi juicio no le resta ni un ápice de valor. Que la trama sea increíble lo doy por supuesto, lo que hace que este tipo de historias funcionen o no es el modo en que se mantiene el armazón de las piezas, el pegamento, por así decirlo, que las une. En este sentido, diría que Los crímenes de Oxford funciona bastante bien. No me preguntéis por qué, que no tengo ganas de pensar.
Para mí lo más curioso es cómo se lanzan a la palestra todos los tópicos científicos de curso legal en la revista Muy interesante: el Efecto Mariposa, los fractales, el Principio de Incertidumbre de Heisenberg… y ya si eso se va cociendo todo con referencias a Ludwig Wittgenstein, Alan Turing, Kurt Gödel o la máquina ENIGMA de códigos nazis. Incluso los Pitagóricos tienen por ahí una aparición estelar, que no desvelo para no aguaros la peli. En un momento dado asistimos a uno de estos descubrimientos matemáticos que de vez en cuando copan las primeras planas: la demostración de un supuesto teorema de cuatro siglos de antigüedad, trasunto de lo que ocurrió en 2003 cuando el estrafalario matemático ruso Perelman resolvió el enigma conocido como “conjetura de Poincaré” (recordadme que un día os cuente lo que a propósito de este suceso dijo el dramaturgo Fernando Arrabal en una conferencia que le escuché).
La parla matemático-filosófica (o filosófico-matemática) lo impregna todo, y si bien la acción es bastante elocuente por sí misma (o sea, que ocurren cositas, no es todo hablar), el guión nos deja algunas perlas de diálogo del calibre de “los números también mienten”, “huyamos a un país donde la gente no sepa multiplicar” o “Heisenberg no lo tenía tan claro”. Pensaréis que la peli no me ha gustado nada, pero no es así: a pesar de todo lo dicho, la peli me ha agradado… funciona, cumple muy bien su cometido de entretener, y se agradece que la historia sea contada en menos de dos horas. Pero la verdad, no veo que de aquí Álex de la Iglesia se vaya a ver catapultado a la fama internacional.
Por último, no quisiera pasar sin reseñar el tufillo borgiano que desprende Los crímenes de Oxford, por aquello de ser una obra policíaca, pseudofilosófica, rebozada de enigmas y paradojas y frita en una elegante estructura lógica. Esto me lo ha sugerido la propia peli, y lo que yo no sabía era que el autor de la novela original, Guillermo Martínez, escribió un ensayo titulado Borges y la matemática, y que además ha reconocido abiertamente su homenaje intencionado a esos fenómenos de la novela detectivesca clásica que fueron J.L. Borges y A. Bioy Casares. Pero no nos engañemos, ni la película es digna de Borges ni la novela en que está basada (que no he leído) probablemente lo sea. Ahora bien, para pasar una tarde entretenida, tan buena es esta peli como una partida de Cluedo. Difícil elección, ¿eh? Ni el propio Heisenberg sabría decantarse.